No puedo dejar de pensar en aquel mazurek… El sabor, el tamaño, los dibujos en la superficie de la tarta… Todo eso parecía haber sido hecho con las manos delicadas de mi esposa desaparecida. No pude detenerme y dirigiéndome a mi mejor amigo le dijé:
–Y ese maravilloso mazurek… ¿Lo has hecho tú?
¡De verdad, es de chuparse los dedos, hombre!
El Señor D. se
avergonzó un montón preguntado por el origen de la tarta. Al principio nos
quedamos en silencio, en el ambiente bastante tenso, ya pensaba que no me responedría
nunca. Creo que le dio un susto tremendo la mirada de Tía Gatía, ya que es una
mujer muy melindrosa para comer, aunque es también muy bien educada. Entonces a
pesar de ser tan melindrosa, a nuestro huésped no le comentó nada sobre el
sabor de la tarta. Unos días después de lo sucedido ella me confesó que no comía
tan mal desde la desaparición de Marisin Fidelidad.
Ay, bueno, pero ¿cuál
era la respuesta del Señor D.? Extremadamente enrojecido en la cara contestó
con toda su sinceridad que la tarta se la había comprado en un súper. ¿Cuál súper?
No lo recuerda. ¿Cómo no? Porque era de viaje. ¿Qué viaje? Relacionado con la investigación
etc…
Parecía una interrogación.
Le aseguré al Señor D. de que no le quería acusar de nada, que solamente quería
que se recodara del dicho lugar, del súper enigmático, que yo tenía presentimiento
muy raro… Al salir mi amigo me prometió intentar a acordarse.
Ahora mismo, cuando
estoy escribiendo esta publicación para vosotros, me siento decepcionado. No en
el detective, pero en mí mismo. Aquella situación debía haber sido muy
desagradable para un tipo como él: un hombre caballero, muy elegante y educado,
pero… Solitario. Yo sé que está soltero a pesar de sus 40 años… Tampoco tiene
familia… Y yo, reclamando el derecho a preguntarle por la tarta… Qué error, qué vergüenza…
E-Stefan
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